Un artículo del diario El País, ( http://www.elpais.com/articulo/economia/ricos/pagan/impuestos/enfrentaran/revolucion/elpepueco/20110404elpepueco_14/Tes ) incide sobre el creciente desequilibrio social, lo que socialmente se suele llamar injusticia, en el que se ve que con el fenómeno de la crisis financiera, los muy ricos que mayormente han provocado la crisis, han salido mucho más ricos todavía y los pobres y clases medias, han salido más en la miseria o en la esclavitud profesional.
Estamos viendo movidas sociales más o menos turbulentas en el mundo árabe, como otras veces las ha habido en Europa, Sudamérica, Asia... por la causa aparente de la avaricia e indiferencia o miedo de los ricos y poderosos.
En macrobiótica vamos más allá de las causas aparentes. A las causas de las causas aparentes. A las causas de la avaricia, el miedo o la indiferencia. El apego, el rechazo y la ignorancia más básica. Lo que genera y sostiene todos los malos efectos, individual, familiar, social y medioambiental o biológicos. Eso incluye sufrimientos y dolor en forma de enfermedades físicas y mentales, crimen, guerras y cualquier otro efecto destructivo.
La gente más yang, de fuertes convicciones, son como casas sólidas. La brisa o vientos flojos no les afecta mucho, lo resisten sin mucho problema. Quizá también soporten huracanes por su preparación. Los problemas destructivos de los huracanes no son solamente del viento, si no de lo que hace volar el viento y estrella contra la lujosa ventana de la sólida casa del Sr. Marqués. Los huracanes y los tornados pueden hacer volar vehículos, trozos de casas de los pobres, árboles... Todo chocando y destrozándose en la vorágine entre sí o con lo que está quieto y firme. En el único sitio adonde no hay choques es en el pequeño espacio del centro del huracán, un centro que no está firmemente asentado en nada, un centro que se mueve allá donde va el torbellino y siempre es el centro tranquilo. Sólo desaparece cuando desparece el torbellino. Mientras tanto, de aquí para allá, sin contener elementos voladores que se trituran furiosamente por el peligroso viento huracanado de la ira o por los objetos voladores del apego. Aunque todo esté oscuro en la vorágine, por el polvo y objetos agitados, en el centro siempre hay algo de luz, más o menos, según se esté en la parte alta o baja del centro de la espiral.
Vemos que en Japón son mucho más educados y aparentemente no aparece mucho la ira, ni el saqueo, avaricia, etc., ante una situación de catástrofe. Pero construir nucleares en zona de gran actividad sísmica y tsunamis parece algo estúpido o temerario y detrás de ello también hay avaricia o apego y rechazo. Quizá no se veía venir hace 30-40 años, cuando se planeaban y hacían alegremente las nucleares, se extendía la “revolución verde” de Monsanto y sus transgénicos, etc. Personalmente, yo tenía entonces 10-20 años y no lo veía venir, ni podía tener el criterio que tenemos ahora que experimentamos los efectos. Yo no, pero había personas de la edad de mi padre que lo avisaban y denunciaban. Los gobernantes y empresas dominantes de hace 40-50 años conocían los riesgos y los ocultaban o maquillaban con la misma motivación avara e ignorante de los tiburones del siglo XXI.
Tenemos un gran problema desde un punto de vista antropocéntrico, pero no es ningún problema desde una perspectiva cosmocéntrica. La naturaleza tiene sus leyes, nos avisa con el dolor y el miedo a vivir contra las leyes naturales, le trae sin cuidado y deja que nos auto liquidemos luchando por lo que no tenemos y deseamos como si nos fuera la vida en ello, o protegiendo lo que tenemos, también como si nos fuera la vida en ello. Si lo analizamos en profundidad veremos que no hay nada “tan importante”, como para luchar dando la vida y que en ese “luchar” lo único que se hace es crear más destrucción en vez de conservar lo que se tiene o ganar lo que no se tiene. El resultado siempre es perder o dejar de ganar algo.
Si nos atrapa el huracán social o biológico, en forma de conflictos o de enfermedad, la propuesta es buscar acercarse con todo el empeño posible al centro de la espiral. No es fácil, pero se puede. Es el único sitio desde el cual se puede mantener cierta ecuanimidad y tranquilidad ante lo que esté pasando.
Ese centro es lo que se busca en macrobiótica. Es lo que los buenos terapeutas macrobióticos y meditadores señalan y adonde desean que vayan los demás para que sean cada vez más libres y capaces de controlar su propia vida, su propia salud física y mental, su propia salud social y medioambiental. Los que han llegado y han aprendido a fluir en el centro con todo lo demás son luego capaces de ayudar a otros, sea dando una mano salvadora en pleno torbellino o reconstruyendo desde los escombros, una vez amaina la destrucción. El que desea llegar a ser un buen terapeuta que ayude a este mundo en creciente amenaza ha de abandonar el aferramiento a todo lo que esté fijo, a todo lo pueda ser arrastrado por el viento y ser convertido en proyectiles contra otros objetos, como pasa con el aferramiento a todo lo inventado y adquirido (religiones, cultura de modas, dinero, corporativismos sociales o familiares, fama, creencias fijas...) Son cosas útiles en un momento dado, pero pueden ser convertidas en armas mortales en tiempos de huracanes.
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